La respuesta en el olfato/ 5

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El dolor de cabeza ya era mucho más leve, tan solo quedaba una tenue molestia. Seguía tumbado en el suelo, con un ligero entumecimiento en las articulaciones, atado y en la oscuridad absoluta, pero además  los pasos se acercaban a cada momento más...

Con los nervios apaciguados no me resulto difícil diferenciar hasta 3 tipos diferentes en las pisadas que venían hacia mí. Ya estaban muy cerca, y sonaron un par de ruidos metálicos, daba la sensación de que estaba en alguna estructura de este tipo, quizá una empresa, o un barco (lo que encajaría con mi último recuerdo en el puerto, antes de caer inconsciente). Abrieron una puerta, y tras pasar en el mismo sitio donde yo estaba, la cerraron. Nada más entraron encendieron una luz, dado el contraste, me cegó totalmente por un tiempo y uno de ellos dijo a los otros dos:

-          Está en el suelo, ¿¡Qué hace en el suelo!? Y otro de los hombres le responde.  -    Se debe haber caído de la cama señor, ya lo recogemos.

Rápidamente vinieron dos de ellos hacia mí, los veía borrosos y me fue imposible distinguirlos. Me incorporaron y sentaron en una camilla, los dos hombres se alejaron un poco y me rodearon, mientras el otro hombre se acercó, y aunque olía a loción aftershave, a colonia de caballero y además a puro abano y coñac, noté otro olor dulce, que no identificaba casi por encima del suyo, era muy leve, pero estaba y sabía que lo había olido antes.

El hombre se presentó, era el mismísimo dueño y señor de la empresa, y el que yo intentaba investigar según el soplo que me habían proporcionado. Me dijo que sentía lo que había pasado, sin mirarle es difícil juzgar si una persona miente, pero por el tono de voz: áspero y serio, pero sereno y tranquilo, parecía ser sincero. Continuó hablando, al parecer yo llevaba unas 16 horas inconsciente y me explicó que con mi documentación habían indagado en quién era, primero pensaron que era un vulgar ladrón, y deduzco que me dejaron inconsciente para, con una subsiguiente paliza, darme una lección para que corriera la voz de qué pasa si intentas robarle (un comportamiento de lo más mafioso), y por ello no recurrieron a la policía. Poco a poco recobré la vista, y tras esta breve explicación me pidió que ahora que sabía quién era yo, que le acompañase para hablar de negocios, por supuesto aún en la extraña situación y teniendo las de perder intenté aparentar la mayor de las tranquilidades y las indiferencias fingiendo que poseía algún control sobre los acontecimientos que me sobreviniesen en ese momento. Uno de los hombres me desató,  una persona fornida y grande, que iba con un mono azul, y un casco amarillo, llevaba barba de no afeitarse, de un par de días, y estaba muy moreno de pelo y piel. Poseía un fuerte olor a sudor, y parecía llevar horas trabajando, por su aspecto, es posible que coincidiese el día anterior conmigo en aquél bar a la hora de comer, pero es difícil saberlo pues había muchos trabajadores del puerto y eran muy parecidos.

Fuimos el dueño de la empresa, yo, y su otro subordinado, el que me había desatado se quedó allí para recoger y poner algo de orden. Al salir de aquel "camarote" pasamos por un pasillo poco iluminado y después subimos unas escaleras metálicas  y fuimos ascendiendo, me explicó el "empresario" que estábamos en un barco, confirmando mi sospecha. El dueño en su sobrepeso se cansaba subiendo las escaleras y jadeaba levemente, iba con un traje marrón, caro, camisa blanca y corbata verde oscuro, unos zapatos de piel, evidentemente de precio alto y estaba inmaculadamente afeitado y con el pelo engominado y peinado hacia atrás, por su parte su empleado era algo más delgado que el anterior, pero igualmente vestido al otro, y se parecía mucho al anterior, cabe decir que sus botas de seguridad sonaban con fuerza al pisar.

Al poco acabó la escalera, y ya se veía la luz del exterior, me volví a cegar un poco, pero el "empleado" posó su mano en mi hombro y me guió, al parecer mientras se me acostumbraba la vista a la luz natural nos metimos en un "camarote" que era un despacho. Me invitó a que tomara asiento y dijo a su empleado que nos dejara a solas. Tras salir se me acercó, de nuevo ese poso de olor familiar  y dulce. Primero me explicó que este despacho y este barco los usaba para mostrar el negocio a futuros inversores, y para hacer negocios. A continuación me dijo que le había gustado mi estilo, y sabía que había estado haciendo averiguaciones sobre él y sus empresas, en particular de ésta al ser fuerte y que se mueve internacionalmente en transporte de mercancías. Me ofreció un puesto de trabajo de gerente en su imperio empresarial, dándome a entender que muy bien remunerado, a todo esto yo permanecía sentado, sin abrir la boca, ni hacer gesto alguno, totalmente impasible. La condición que ponía el era que le dijese quién me contrató y para qué, aunque por lo que dijo parecía imaginarse para qué.

Pero, ya sea porque la vista se me había acostumbrado del todo, o por lo cerca que lo tenía a él sentado frente a mí en la silla adyacente, me fijé en un pelo que caía del hombro de la chaqueta de su traje, era largo, moreno y sedoso, aspiré con calma y recordé dónde y de quién era ese olor. Intentando no hacer ningún gesto que delatara qué pensaba, y la importancia que tenía, me incorporé lentamente a la par que le decía que quería más de lo que me ofrecía, mientras daba un par de pasos poniéndome por detrás del escritorio para ver y confirmar mi sospecha, pero de forma disimulada. Continué diciéndole que a pesar de su generosidad, quería un puesto de redactor en un poderoso periódico de tirada nacional, pues le dije que sabía que él tenía acceso a concederle eso, y además, quería otra gratificación, la garantía de que le pagaría el sueldo a la secretaria que yo eligiera para trabajar para mí durante un año, a cambio yo le daría la información que me pedía y además estaría en deuda con él, tapando algún escándalo que llegara a mis oídos. Decía todo esto con la mayor de las confianzas, ya había confirmado la pieza del puzle que me faltaba.

Él se echó a reír, y me dijo que pedía mucho sin garantías, pero le hice una media sonrisa, y le dije mientras me encaminaba de vuelta hacia él, que la información que le iba a proporcionar bien lo valía, y que se libraría de un enemigo cercano y peligroso. Volvió a reír, y me dijo que de no cumplir lo que decía me arrepentiría. Y me extendió la mano para que entendiera que cerrábamos el pacto, entrelazamos las manos y las apretamos ligeramente, pero con seguridad. Y conforme se separaron las manos le acerqué una foto de su escritorio, donde salía él con una mujer, y le dije que fue ella la que me hizo el encargo. Él se quedo blanco y con cara de sorpresa y disgusto, entonces se la describí con exactitud, pues la recordaba vivazmente dada la alta sensualidad que desprendía cada parte de ella: su pelo, su olor, su figura etc... pero gracias a su negro, largo y precioso cabello, conjunto a su dulce y embriagador perfume, había logrado atar todos los cabos, y le conté el trato que me propuso y los datos que me había dado. Él escuchaba en silencio con el semblante serio y los ojos rojos, de la rabia y la humillación. Al acabar mi explicación él despotricó sobre ella, me agradeció todo y me dijo que cumpliría su parte del trato. Hizo pasar a su empleado, me acompañó fuera del puerto, y me fui a mi casa.

 

 

Después de tres meses de mi nueva vida, en la gran ciudad, y como redactor de un gran periódico, debo decir que si no tengo la felicidad, me acerco mucho. Vivo felizmente casado con la secretaria que elegí, que no fue otra que la de la empresa de transportes, por su parte la empresa de este "empresario" funciona mejor que nunca, él hace muchos viajes y se pega la gran vida, más después del "extraño y terrible" accidente de coche que sufrió su preciosa, joven, y emprendedora esposa...




PD: Especial agradecimiento por su colaboración, ayuda y consejos a Gema L.B.

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