Era una tarde lluviosa, ya comenzaba a oscurecer, o eso parecía, en la escasa luz del atardecer oculto por las nubes, mientras descargaban sus torrentes de agua sobre el asfalto corrupto de la ciudad y sus anodinos habitantes. Había una leve bruma en el ambiente, daba un aire tétrico en la terraza cubierta de aquel tugurio, prácticamente vacío de no ser por el camarero sucio y destartalado que lo atendía, y un borracho, gordo y calvo que hablaba solo en voz baja, con voz lamentosa, como sollozando a su misma alma para que esta le perdonara lo que fuera que hubiera hecho, buscando una auto redención con ayuda del alcohol, que posiblemente no llegaría.
Esperaba a quien me había citado allí, no sabía quién era, dejó una nota en mi oficina citándome aquí, la nota decía: - Tengo un trabajo para usted, si está interesado acuda al bar buda a las 17:00. Era una caligrafía limpia y firme, pero delataba un cierto nerviosismo.
Como además llevaba unos meses con muy poco trabajo habiendo escrito alguna noticia de poca monta, y casi suplicando a los periódicos que me publicaran (es muy duro ser periodista por libre vendiendo mis noticias al mejor postor, me siento como un mercenario muchas veces), decidí acudir a escuchar esa oferta, al menos saldría de mi pequeño despacho y no me pasaría la tarde leyendo periódicos mientras me auto compadecía de mi estado financiero.
Mientras me mantenía a la espera y observaba aquel antro, pensaba en cómo alguien habría podido pensar que aquel era un buen lugar para reunirse, encendí un cigarrillo y observaba mi vaso casi vacío de whisky solo. Entonces llegó ella, no pude más que aspirar una gran bocanada de humo de mi cigarrillo, consumiendo gran parte de él, era hechizante mirarla, apareció salida de las sombras con su pelo largo ligeramente humedecido, aunque bien peinado. Le cubría una larga chaqueta aunque de tela fina, más que de abrigo era una forma de mantener su piel seca, debajo de aquella chaqueta lucía un precioso vestido gris, elegante pero a la vez sencillo y no excesivamente formal, que permitía dibujar toda su curvada y esbelta figura. Desde el momento que entró bajo el techo de la terraza toda ella se iluminó, sus ojos verdes escudiñaban en busca de algo mientras plegaba su mojado paraguas, hasta que se posaron en mí y me atravesaron, hasta que pude sentir como podía ver a través de mi alma desnuda ante aquella mirada penetrante, dulce y misteriosa-
Mientras se acercaba hacia mí, cogí el vaso y me tragué todo el líquido que quedaba en el, bajaba áspero por mi garganta, ella continuaba acercándose y di otra gran calada a mi cigarrillo, el humo apaciguaba las pulsaciones de mi corazón, el cual se aceleraba a cada paso que aquella atractiva, misteriosa y preciosa mujer se acercaba a mí. Al llegar frente a mí mientras dejaba el vaso vacio sobre la mesa, arrojé lo poco que quedaba de mi cigarrillo al suelo y aprovechaba al levantarme para recibir a aquella mujer mientras chafaba la humeante colilla.
Me sonrió al ver cómo me levantaba y parecía adivinar que yo ya sabia que era ella quien había dejado la nota, no hacía falta ser un genio, aquella mujer allí desentonaba, era evidente que buscaba a alguien, sino una mujer como ella jamás hubiese entrado en aquel antro sola, puede que ni acompañada, dado el bajo nivel de afluencia del lugar y sus pintorescos personajes que cualquier persona con un mínimo de aseo evitaría tener el menor contacto posible. Aquella sonrisa me cautivó, era cálida y sincera, le devolví la sonrisa de forma automática, no lo pensé, solamente ocurrió, como si contagiara que fuera o aparentara felicidad aquella forma femenina pensada para el pecado carnal. En aquel instante sus labios se movieron y surgió su melodiosa aunque firme voz, denotaba una seguridad inusual de la joven edad que aparentaba tener.
- Buenas tardes, veo que recibió mi nota, disculpe si me he retrasado, siéntese por favor y le explico el motivo de esta reunión.
Ese fue el saludo que me hizo aquella mujer sin apenas darme tiempo a reaccionar y mucho menos a articular palabra. Y acto seguido acerco mi rostro al suyo y me dio un beso en la mejilla a modo de cordial saludo, es difícil describir las siguientes sensaciones, sus labios estaban humedecidos y calientes y esa dulce sensación me anestesió todo mi ser dejándome sin capacidad para devolverle el beso y haciendo solo la mención de él y su característico sonido. A la par de esto su perfume me envolvía y embriagaba, no sabiendo si olía mejor su piel o su cabello y arrebatándome toda posibilidad de no sucumbir a sus encantos, fuera esta su intención o no ya había caído prendado de ella a la espera de una reacción por algún acontecimiento lo bastante fuerte para recuperarme, o por el contrario mantenerme en este estado de sumisión mientras mi destino era decidido por ella.
Se sentó, y acto seguido me senté yo en mi silla...
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