Después de
más de ochenta y cinco años tras mi nacimiento, eme aquí, postrado en esta
cama, convaleciente e inútil, dependo por completo de mi sobrino y su esposa,
que es quien me cuida, ya que no puedo levantarme, pues al menor esfuerzo me
fallan las fuerzas y respiro con dificultad. Y yo que soy de natural agradecido
les dejare a ellos todo lo que aun poseo de este mundo y las pocas tierras que
me he ganado con mi trabajo y las que herede de mi padre, así que paso el día
aquí desde mi vieja cama contemplando, mi aposento más allá del dosel de esta,
tampoco hay mucho que mirar, es una alcoba de color gris con una ventana
pequeña al lado del armario ropero con dos grandes puertas, de roble todo él, y
al lado de la cama mi pequeña mesilla de noche, también de roble, donde apoyan
la comida que me traen mientras me dan de comer y donde apoyan la
palangana una vez a la semana cuando me
asea la esposa de mi sobrino. Así paso los días mal comiendo, no porque la
comida tenga mal sabor si no por falta de apetito derivada de mi enfermedad y
mi vejez y durmiendo poco y a deshoras, y sufriendo pero aun consciente y con
mis facultades mentales a buen rendimiento, por ello escribo estas líneas
contando la reflexión a la que he llegado estos los últimos días de mi vida.
Sabedor de
que se aproxima el final de mi vida la he repasado, una vida muy corriente por
otro lado, y después de ello he comprendido que no tengo ninguna razón para
temer a la muerte, no solo por ser una persona cultivada consciente de que la
ciencia insista en que no puedo morir ya que la energía debe siempre cambiar de
estado y la consciencia humana no puede ser la única excepción a esta ley
universal y también al margen de la fe que aunque si la poseo "y más en estos últimos
momentos" no rijo mi vida por ella y mi motivo es reflexionado por mi vida, pues,
a pesar de no haber hecho grandes logros ni haberme casado ni tenido hijos si
he tenido muchos y buenos amigos, no solo colegas de profesión "que si los
había y en abundancia" si no muchas personas sanas de mente con las que me
alegraba charlar de cualquier cosa: médicos, abogados, maestros de colegios
etc., aunque tampoco me he llevado bien con todas las personas que se han
cruzado por mi vida si puedo decir que todas y cada una de ellas han influido
en mi persona y yo de seguro he influido en sus vidas. Todo lo ocurrido en mi
vida me ha ayudado a ser quien soy y me a ayudado e influido para realizar mi
trabajo, a través de mi profesión y vocación, en vida como escritor muchos
lectores me han escrito dándome las gracias porque con mis libros les he
ayudado y eso me reconforta, pero lo más importante para mí en este momento "el
fin de mi vida" es que el ser humano es mucho más que carne viva siguiendo sus
impulsos naturales, es sus sentimientos, miedos y pensamientos y a través de
mis libros he dejado constancia de todo esto así que al igual que Platón o
Descartes en cierta forma seré inmortal, y no por mis malas acciones como
Hitler o el inquisidor Torquemada, si ni por dejar en escritos una parte de mi,
mi pensamiento y conocimiento con la esperanza de ayudar de alguna forma al que
lo lea y que al leerlo este lo recomiende y mi nombre y mis pensamientos vivan
para siempre en la conciencia de muchos otros. Aunque estos pensamientos suenen
muy egoístas "y quizás lo sean" no hacen daño a nadie y me ayudan en el
infortunio de mi muerte que pronto llegará. Lo único que lamento en estos
momentos es no haber escrito muchas más cosas para poder lograr este bello
objetivo de vida , casi, eterna pero ayudando a todo el que acuda a mi obra y
al igual que a mí todo lo ocurrido y leído, para bien o para mal, ha influido
en mi vida y en mi obra, de seguro el legado que dejo al mundo influirá en la
vida de las personas que lo lean y ellos a su vez influirán en otros y ahí se
encuentra la magia de la vida en la que todos habremos colaborado o influido en
las personas hasta el fin de la vida de nuestra especie.
Con este
pensamiento, mejor o peor formulado, se despide de la vida este viejo
esperanzado.